DEMOCRACIA TERRORISTA
El gobierno logra avanzar con la transformación económica y da un golpe tras otro a los derechos políticos, en todos los terrenos. Milei se festeja a sí mismo haber superado a la dictadura y al menemismo en la desregulación estatal, y promete arrasar con todo lo que todavía queda, si es necesario con balas. Su fortaleza no radica en el “voto mayoritario” o en la inflación baja, sino en el clima social de ultraderecha que se instala en el mundo; en el respaldo –por ahora– de quien lidera tal tendencia, el jefe imperialista Donald Trump, y en las grandes patronales argentinas, genocidas de la primera hora que escribieron estas reformas, tanto como en 1976 escribieron las de la dictadura.
El mundo se mueve en sintonía de guerra y Milei colocó al país en la órbita norteamericana, dejándolo a merced de cualquier experimento económico y político al servicio de esa disputa geopolítica.
Al igual que Macri, decretó el próximo endeudamiento con el FMI para llegar a las elecciones con reservas en el Banco Central y respaldo político del amo financiero, y por esa vía también consolidar La Libertad Avanza. Pero es posible que corra la misma suerte que Macri: fracasar en saciar a los buitres financieros, a los agroexportadores, a los formadores de precios, y no lograr siquiera contener la inflación –que no es un logro de Milei sino un acuerdo patronal de darle estabilidad política por saqueo asegurado–. Todo, en un marco recesivo, que es la otra pata de una inflación “estable” y sin “plan B” a la vista, por lo que se profundizará la pobreza y la miseria... como con Macri, pero peor.
En resumidas cuentas, similar que con la dictadura, con Menem, con De la Rúa y con Macri, la gran burguesía persigue el desguace del estado y de las conquistas sociales en lo económico y político...
Pero este proceso es peor y distinto. Milei personifica ya al mundo que cambió, más pronunciado hacia la guerra y el crecimiento de las ultraderechas, dispuestas a dar por finalizado el siglo XX de la revolución, las luchas y las conquistas obreras y dar paso a regímenes totalitarios que garanticen sin trabas los mega negocios que ofrece el nuevo reparto del mundo.
La economía se traga la democracia
La recesión que anuncia EEUU acelerará la aspiradora de dólares en el mundo y explica una parte de las medidas arancelarias. Los efectos en cadena (freno de exportaciones, menos dólares y despidos en masa) se sumarán a la crisis financiera propia que arrastra Argentina, acaecida previamente por la recesión provocada desde el día uno, camuflada un poco por la amputación del gasto estatal, pero con dólares que se esfumaron e inversiones que nunca llegaron. Ahora solo queda “patearla para adelante” consiguiendo una nueva hipoteca con el FMI y llegar a octubre, no ya para consolidarse sino para no terminar de arruinar la gobernabilidad… y perder el apoyo de las grandes patronales.
Es que una cosa es el acuerdo general de la burguesía contra el pueblo para exprimir máxima plusvalía, y otra distinta es creer en serio en la “libre competencia”. Ésta puede complicar el control político y si la sangre llega al río, pierden todos. Sin embargo, las contradicciones son crecientes. Mientras hace tres meses Paolo Rocca exigía al gobierno poner trabas a la importación de productos chinos (y aceptaría una alianza económica con EEUU frente a China) Trump impone aranceles que afectará sobremanera la industria, también la del acero, es decir, al grupo Techint. Por su parte los gigantes Amazon y Starlink, de Elon Munk, irrumpen en el mercado de las telecomunicaciones monopolizado por Clarín, que absorbe ahora a Telefónica para no perder terreno. Macri reclama el mega negocio de la hidrovía, entre otros, y lo mismo ocurre en cada rubro, extractivista, de comercio, servicios, etc. No se pueden ocultar esas ásperas luchas entre las fracciones más concentradas de la burguesía, potenciadas desde el mismo momento del RIGI, y de ahí para abajo el desgaste institucional que ello provoca, gangrenando aún más todo el régimen de democracia capitalista, que termina por rozar lo patético.
La oposición parlamentaria –que no embocó una contra Milei– o se pasa de bando como hizo parte del PRO (y algún que otro pejotista y radicales “flojos de doctrina”) o se encadenan al poste contra “la corrupción”, a ver si juntando muchos casos parecidos logra un escándalo, la crisis del gobierno y finalmente el “juicio político” que, para cuando llegue, es posible que el país no exista más... y si llega antes solo querrá decir que no cambiará nada de fondo, solo saltará un fusible desgastado cuyo problema mayor no es precisamente “la corrupción”. Lo mismo ocurre con el rechazo de Lijo desde el Senado, un dinosaurio judicial con poder de chantaje acostumbrado a comer de las internas capitalistas.
En el mismo problema se encuentra la CGT. Esta sabe que son negociaciones difíciles, diferentes a todo lo conocido, porque ya avanzaron con la desregulación de sus obras sociales, y sectores de las grandes patronales sacarán las leyes de reforma laboral, por lo que no podrán esconderse mucho tiempo más frente a la gente sin que sus negociados queden más expuestos aún.
De ahí que su “cintura” cruje cada vez con más ruido a medida que las masas responden por sí mismas en la calle, como en la marcha antifascista, la del 8 de marzo y la reciente de jubilados en la que enfrentaron “a solas” la represión.
Juego de pinzas en lo represivo
Un reciclado fascista del menemismo (y ex ministro de la Triple A), Carlos Ruckauf, se sumó al coro del “meta bala” con absoluta impunidad de pantalla, utilizando y distorsionando los casos de “inseguridad” que ellos mismos cimentaron. Empujan a una parte de la población trabajadora a odiar al vecino que no logró el “éxito” de tener un trabajo de 12 horas al día y salió a robar. Lo que no se dice, es que bajar la edad de imputabilidad nunca resolvió la descomposición capitalista que reproduce el delito común, y que cuanto más “penas duras” reclama el pueblo, más se ajusta la soga al propio cuello, porque en la volteada caen la libertad de protesta, las identidades de género, los derechos laborales, etc.
No se puede predecir qué formas y dinámicas tomará la resistencia social. El pueblo trabajador de conjunto va haciendo una experiencia acelerada con el gobierno de Milei y muchos sectores “se le animan”, dando pelea ni bien la situación lo permite. Es lo que inauguró febrero dando una respuesta revulsiva, casi de autodefensa, frente al rosario fascista que lanzó Milei hacia el mundo en Davos. Se autoconvocó desde una modesta asamblea de disidencias que derivó en una masiva movilización nacional, ultra democrática –en política y métodos– que sumó también a la marcha del 8 de marzo, dando el marco a la posterior movilización en apoyo a los jubilados desde una valiente iniciativa de hinchas de diversos clubes de fútbol, que demostró decisión de resistir y que el gobierno decidió aplacar con una salvaje represión, dejando mal herido al fotógrafo Pablo Grillo.
Fueron hechos políticos que tocaron fuerte al gobierno. Así, el pueblo va explorando formas de resistencia, pero lo hace con todas en contra: el gobierno, que redobla la apuesta; la oposición burguesa, desmantelada de proyección política y un plan económico alternativo; las centrales sindicales, que harán un paro –con sabor electoral– y que juegan siempre dentro de estas mismas internas burguesas (y aún con el FMI, por más contradicciones que esa política les traiga) lo que expresa su propio agotamiento estructural para encabezar cualquier pelea contra la ofensiva de la nueva etapa.
El aparato represivo tiene orden de matar si es necesario, y así quiere dejarlo entendido la veterana ministra sionista, respaldando cien por ciento el accionar de las fuerzas, ordenando el espionaje y persecución de gremios, organizaciones políticas, dirigentes y jueces desde el día posterior. Pero ¿quién puede descartar que pueda haber un salto, también, en la lucha de masas, en sus métodos, de ruptura con el pacifismo democrático y surjan nuevos organismos desde abajo para otro tipo de lucha?
Por eso, al calor de esas peleas, aprovechando las crecientes contradicciones por arriba, se vuelve urgente trabajar en el otro problema, fundamental, que es la ausencia de una herramienta política de las y los explotados, que ayude a esclarecer a su vanguardia sobre esta peligrosa perspectiva para –desde las más amplia unidad de acción callejera contra el gobierno– orientarse con firmeza en el camino de preparar una salida revolucionaria, rompiendo desde hoy mismo con todas las ataduras ideológicas y políticas al capitalismo.