ECONOMÍA: algunas reflexiones
Estamos acostumbrados a que el debate ideológico es político y no económico. Tendemos a pensar, como dice Milei, que como dos más dos son cuatro no hay posibilidades de interpretación ideológica de la economía porque son matemáticas. Y en realidad, la más feroz de las manipulaciones a las que estamos siendo sometidos por su gobierno, es ideológicamente económica. Por eso es muy importante como sociedad desnaturalizar ese discurso, complejizarlo, y contrastarlo con la realidad material, para construir una mirada económica que se aproxime a la realidad que vivimos, la que sufrimos, y en ese intento quiero aportar algunas ideas.
Las tres patas de la mentira: El equilibrio fiscal, sostener el tipo de cambio, y la destrucción del estado
Detrás de un supuesto equilibrio fiscal, que recortó todas las responsabilidades sociales del estado y devaluó el salario y las jubilaciones -entorpeciendo los aumentos salariales desde la Secretaria de Trabajo, e impulsando una devaluación con el aumento de impuestos-, se esconde un doble objetivo: primero, deprimir el salario y las jubilaciones, transfiriendo capital social a los empresarios; y como efecto secundario, la destrucción de buena parte de la burguesía nacional por la caída del consumo, favoreciendo a Estados Unidos, con el que se compite en varios mercados internacionales -como el de la soja-.Por otro lado, el Banco Central funciona como una casa de cambio para beneficio de los sectores económicos -que necesitan exportar sus ganancias en dólares a sus casas matrices-, y perjudica a la sociedad, que carga con la deuda generada -porque el estado solo puede comprar dólares a cambio de deuda-. En su carta orgánica, el Banco Central debe proveer de moneda extranjera a la comunidad para regular algunos engranajes en relación a la actividad productiva, o sea, vehiculizar el intercambio entre las exportaciones e importaciones; pero esto, en cambio, es una matriz de endeudamiento para el saqueo de recursos.
Hay un mundo en transformación. Los estados nacionales, como árbitros de derechos entre los empresarios y los trabajadores ya no tienen sentido al desaparecer el cuco del comunismo. Con la caída del Muro de Berlín también se cayó, para la burguesía, la necesidad de una política de derechos humanos para frenar la expansión posible, aunque poco probable, de la revolución socialista. Hoy, el imperialismo nos empuja a un capitalismo feudo burgués, a estados cada vez más parecidos a una empresa privada, que se da de cabeza con la realidad material del mundo, que crece y se desarrolla gracias al trabajo de miles de millones de trabajadores y trabajadoras, con una interacción dinámica de ascenso y caída entre las clases, cada vez más clausurado.
Esta política de transferencia de deuda a la sociedad, instrumentada desde Washington y aplicada por distintos agentes de intervención como Milei o Macri, tiene historia previa. En 1982, Domingo Cavallo y Carlos Melconian estatizaron la deuda de las empresas privadas (por ejemplo de la familia Macri); en 1989, el Estado expropió los salarios en plazos fijos con el Plan Bonex; en 2001, nuevamente Cavallo expropió las cajas de ahorro en dólares (de 500.000 para abajo) y los exportó al exterior; en 2018 Macri nos endeudó en 50 mil millones de dólares, que se fugaron al exterior; y desde 2023 el gobierno de Milei institucionalizó el mecanismo macrista de "dólares a cambio de deuda" para gastarlos, con la excusa de mantener la estabilidad del tipo de cambio, fugándose 75 mil millones de dólares al día de hoy.
Hay una luz al final del túnel
El capitalismo financiero es una etapa sin salida, porque vive del capital previamente acumulado durante décadas de producción; es un capital que no vuelve a entrar al círculo productivo, generando una crisis de la que sólo se sale con destrucción, con guerras, o con una revolución social que lo cambie todo. Sin el trabajo humano no podría existir nada por fuera de la naturaleza.La explotación de una clase por otra, la acumulación capitalista, la polarización económica, el hambre, el genocidio, las guerras, son algunas de las consecuencias que produce la sociedad de clases que debemos desterrar para siempre como forma de organización social. Millones de individuos en todo el mundo, todos los días y a toda hora, convertimos a la naturaleza en millones de productos necesarios para la vida humana, desde lo más simple a lo más sofisticado; hemos desarrollado herramientas increíbles de una precisión a nivel molecular, hemos extendido nuestros sentidos hasta las barreras del infinito. Con ese mismo espíritu revolucionario que se viene implementando en todas las áreas de la ciencia y la cultura, es que debemos encarar los profundos cambios que necesita nuestra sociedad.
Somos los herederos de la vida, pero únicamente lo seremos cuando millones movilizados en el mundo nos organicemos con el fin de terminar con la sociedad dividida en clases. Sólo una revolución socialista, como ineludible bandera de acción y lucha, lo podrá lograr. Está en nuestras manos hacerlo.
Claudio Aníbal Andreotti