EEUU DE TRUMP: Continuidad de la guerra por otros medios
El cambio de rumbo en la política exterior norteamericana desde el inicio de la segunda administración de Trump, debe entenderse desde una reorientación geopolítica, cuyo objetivo estratégico es recuperar el liderazgo mundial, en declive desde la crisis económica del 2008 en paralelo al ascenso de China. Mantiene la hegemonía en el campo militar y en el poder del dólar, aunque amenazada por los BRICS+ y por los avances tecnológicos de Pekín. Con esta finalidad pretende negociar con Rusia y apartar a esta lo más que pueda de su “alianza estratégica” con China.
Lograr estabilidad en Medio Oriente y Europa Oriental presionando a Israel y a la Unión Europea es necesario para su disputa con China, e impedir su creciente influencia como potencia asiática y global, esencialmente en el Indopacífico (Taiwán, punto de inflexión para Pekín) y América Latina, en donde pretende recuperar el terreno perdido en las últimas décadas.
Con ese propósito, intenta imponer acuerdos que le permitan asegurar los recursos naturales necesarios (minerales críticos entre otros) para la carrera armamentista en ciernes, donde las nuevas tecnologías son esenciales con miras a los futuros conflictos inter-imperialistas, que se extiende al control y militarización del espacio (“plantar la bandera norteamericana en Marte”, al decir de Trump). A estos efectos, las burguesías de las potencias intervinientes (multimillonarios de las gigantes digitales y armamentísticas) son los principales invitadas a instalar armas nucleares espaciales, donde Elon Musk y Jeff Bezos (Amazon), hablan de privatizar el espacio; se disputan el negocio, y entre ambos tienen en órbita más de diez mil satélites y proyectan lanzar quince mil más en los próximos años.
La ascendente guerra comercial de EEUU con China y, secundariamente, con el capitalismo europeo, como política de presión para alinear a las potencias occidentales, pone en riesgo de fractura las viejas alianzas tejidas desde la OTAN y la ONU en el período de postguerra, generando conflictos con aliados y al interior mismo de EEUU. Por ejemplo, Peter Tiell, proveedor del Pentágono en tecnologías para inteligencia, le exige a Musk que retire la fabricación de autos eléctricos Tesla de China, siendo este su segundo mercado. Del mismo modo, la corporación armamentística junto a sectores del partido demócrata, cuestionan el congelamiento de la ayuda militar a Ucrania tensando, hacia adentro y hacia afuera, las rivalidades interburguesas por un pedazo más grande de la torta.
En tal sentido, Trump logró, vía presión y millones de dólares, que los puertos administrados por empresas chinas en el Canal de Panamá pasen a manos de la multinacional BlackRock, con sede en Nueva York, en consonancia con su política de recuperar el Canal no solo como paso comercial, sino también, re-instalar bases en el país de cara a apropiarse de los recursos minerales y del petróleo del Esequibo; en disputa entre Venezuela y Guyana y donde ha crecido en el último periodo la presencia de marines estadounidenses. El salto en la ofensiva contra Caracas se complementa con el retiro a Chevron de la licencia de explotación de petróleo, habilitada por Biden en 2022. Sin duda, las provocaciones contra la República Bolivariana, son parte de un eslabón de la ofensiva imperialista sobre América Latina.
Carlos Slim, el magnate mexicano y hombre más rico de Latinoamérica y actual cabeza de América Móvil, decidió cortar negocios con Starlink, empresa Musk, para redireccionar sus negocios hacia capitales chinos y europeos, redefiniendo el futuro de las telecomunicaciones, y abriendo las puertas a una mayor participación de China en la región. Todo arroja leña al fuego en la vacilante economía global.
Cambio de época, Europa cruje y aumenta el armamentismo
EEUU aspira a recoger el botín de guerra en la devastada Franja de Gaza, donde plantea la colonización conjunta con Israel para el control del Mediterráneo y las reservas de gas en sus costas, luego de la limpieza étnica en curso y el desplazamiento de lo que queda de la población. De facto, Israel le garantizó el debilitamiento del “eje de la resistencia”, que de manera transversal golpea los intereses de Pekín y Moscú, en la que las compañías de seguridad privadas estadounidenses ya controlan el corredor de Netzarim (zona que divide a la Franja en norte y sur y es ocupada por Israelí).
También en Ucrania pretende cobrarse los servicios prestados y esconder el fracaso de EEUU y la OTAN en el intento de debilitar a Rusia, y de esta manera también a China, señalando a Zelensky y a la Unión Europea como responsables de la derrota.
Profundiza, así, la crisis europea, principalmente de Alemania y Francia, que intentan erigirse como potencias líderes para no quedar afuera dels acaparamiento de las tierras cultivables, además de los jugosos contratos en la reconstrucción de Ucrania y de los grandes negocios mineros que reclama Trump, la mayoría del lado que controla el Kremlin. También Pekín quiere posicionar allí sus empresas y le reclama participación a su aliado estratégico, dado que China controla el 60% de la producción mundial y el 85% de la capacidad de procesamiento de los minerales críticos. Mientras tanto le abre los brazos a Europa, que ante los desaires de la Casa Blanca, intenta armar una “Otan europea”; con un ingente presupuesto de defensa en desmedro de las políticas sociales. A Alemania y Francia se le suma Gran Bretaña (que pone a disposición su industria bélica),
amenazando con mantener encendida la llama de la guerra, atendiendo los intereses de su industria armamentista, cuyas acciones cotizan en alza desde los anuncios de aumento del presupuesto de defensa europeo, si los dejan afuera del negocio ucraniano. Todo ello, disfrazado de “plan de paz” que garantice la seguridad europea; convirtiendo a Ucrania en una base militar de occidente en las puertas de Rusia, aun cuando no ingrese a la OTAN.
De fondo, se dirime qué potencia dirige el futuro del mundo capitalista, donde el inmenso desarrollo de las fuerzas productivas dispone a la humanidad a un cambio de época en la era de la Inteligencia Artificial, y con ella a un cambio de su institucionalidad, resquebrajando, así, los pactos y reglamentaciones con los cuales se buscaba mediar los conflictos interburgueses y los enfrentamientos de clases. Tensando todas las contradicciones históricas y abriendo una coyuntura de gran incertidumbre.
Trump: Bonapartismo de la decadencia imperialista
Su retórica reaccionaria, propagada por los medios corporativos que la buscan naturalizar, muestra sus pretensiones de ser el Bonaparte del intento del resurgimiento imperial yanqui. Las guerras comerciales, los aranceles proteccionistas y las pretendidas anexiones, son medidas que se dan en un marco proteccionista. Tal situación se corresponde con el agotamiento del sistema democrático capitalista, que está llevando al conjunto de la humanidad a expresiones políticas más reaccionarias. Esto es consecuencia directa de la polarización económica y social que empuja a las masas a buscar salidas conservadoras, solapadamente fascistas, que prometen recuperar un bienestar pasado y perdido. Levantando programas represivos, xenófobos, racistas, anti-derechos, de ecocidio y de ataque a las conquistas históricas de la clase trabajadora (Musk propone trabajar 120hs semanales) vía “democracias autoritarias” y guerreristas, desnudan las intenciones más primarias de este sistema dividido en clases y agotado históricamente, que ante la crisis de representatividad que expone hoy necesita ser “atendido por sus dueños”.
Nada está dicho. El camino emprendido por Trump, y aliados, no se encuentra allanado. La realidad está mediada por enfrentamientos interburgueses y la lucha entre las clases, que deja entrever un panorama abierto a más guerras y grandes convulsiones sociales y políticas. Es en este terreno donde los explotados debemos intervenir y organizarnos para enfrentar esta ofensiva global de saqueo y genocidio, en la perspectiva de nuestros propios intereses. Con el horizonte de construir, desde la movilización de millones en las calles, una alternativa socialista; la única salida realista para la humanidad y el planeta.
N.J.