COLUMNA CULTURAL: La naturaleza asediada, una aproximación a Henry Thoreau y Luis Franco

Alguien escribió una vez sobre el ensayista norteamericano Henry David Thoreau (1817-1862): “No se casó, vivió solo, nunca fue a la iglesia, no votó, se negó a pagarle al Estado un tributo que a su juicio era injusto, por más que le costara la cárcel. Aunque era un naturalista, jamás recurrió a las armas ni a las trampas del cazador.”

Fue maestro de escuela, agrimensor, jardinero, granjero, pintor de casas, carpintero, albañil, fabricante de lápices, de papel de lija y…escritor.

Uno de sus textos más conocidos es Walden (La vida en el bosque), trata de su experiencia viviendo durante más de dos años a orillas del lago Walden cercano a la localidad de Concord en Massachusetts. Allí levantó una pequeña cabaña con sus propias manos. “El mobiliario, del cual una parte lo hice yo mismo y el resto no me costó nada de lo que no haya rendido cuentas… Tenía tres sillas en mi casa; una para la soledad, dos para la amistad, tres para la compañía.”

Se alimentaba de una pequeña huerta, pescaba truchas marrones y arcoíris (práctica por la que tenía contradicciones), de la recolección de bayas y frutos silvestres. “No tengo ninguna duda de que es parte del destino de la raza humana, en su mejora gradual, dejar de comer tantos animales”.

Este libro es una especie de ensayo, conjunto de reflexiones, autobiografía y defensa de la naturaleza. Nunca se planteó ser un militante anticapitalista (época del avasallante inicio de la Revolución Industrial), o a su manera lo practicó de otra forma. Fue militante de la insubordinación cívica, contrario al consumismo y crítico de la economía norteamericana que volcaba sobre las familias trabajadoras el peso inconmensurable del cobro de facturas, servicios e impuestos. Según él, “un modo de vida cuyo colapso parece cada día más inevitable”. “En realidad, el hombre trabajador no tiene ocio para una verdadera integridad cotidiana; no puede permitirse mantener las relaciones más valerosas con otros hombres; su trabajo se depreciaría en el mercado. No tiene tiempo de ser sino una máquina”.1

Por esos tiempos -décadas 1840/50- escribió también Esclavitud en Massachusetts 1854, La desobediencia civil 1849, Todo lo bueno es libre y salvaje, Una vida sin principios, entre otros.

Algunos de sus otros conceptos son: “el hombre es rico en proporción a la cantidad de cosas de las que puede prescindir”. “La idea de que el gobierno no debe tener más poder que el que los ciudadanos estén dispuestos a cederle”, “Hay momentos en que toda la ansiedad y el esfuerzo acumulados se sosiegan en la infinita indolencia y reposo de la naturaleza”. “La ley jamás hizo a los hombres un ápice más justos; y, en razón de su respeto por ellos, incluso los mejor dispuestos se convierten a diario en agentes de la injusticia”. “Hay más religión en la ciencia del hombre que ciencia en su religión”.

“Quiero decir unas palabras a favor de la naturaleza, de la libertad absoluta y las maneras salvajes, en contraposición a una libertad y una cultura meramente civiles; considerar al hombre y a la mujer como habitantes o parte integral de la naturaleza, en vez de como miembros de la sociedad.”2

En el pensamiento de Thoreau la protección de la naturaleza iba de la mano con la lucha contra el mercantilismo. Murió joven a los 44 años, lo que seguro impidió que siguiera produciendo textos, corregir y enriquecer lo que ya había publicado.

En este siglo XXI, como nunca con la subsistencia en peligro, el mayor legado de Thoreau es tal vez una lenta pero creciente concienciación que el modo de producción capitalista es el enemigo máximo del mundo natural. Para esa época -mediados del siglo XIX- Thoreau fue un adelantado que vislumbró las consecuencias de la economía de mercado moderna que recién iba desarrollándose, en perjuicio de la mayoría de la humanidad y el ambiente natural.

El escritor y poeta catamarqueño Luis Franco (1898-1988) fue un lector consuetudinario. Esquilo, Sócrates, la poetisa griega Safo, Shakespeare, Marx, León Trotsky, José Martí, Sarmiento, Alfonsina Storni. Seguidor de protagonistas de la política y la cultura como Rosa Luxemburgo, la bailarina Isadora Duncan, el arqueólogo australiano Gordon Childe, el Che Guevara, por nombrar solo una parte de los autores y personajes que influyeron en su pensamiento y formación. Por supuesto no iban a estar ausentes escritores norteamericanos que admiraba: Walt Whitman, Ralph Emerson, Henry Thoreau, Ernest Hemingway.

Tuvo diferentes vivencias principalmente por los paisajes que fue descubriendo. Primero, en su niñez y de joven fueron los valles, cerros y precordillera de su Belén natal y Londres en Catamarca, luego lo urbe de Buenos Aires esa ciudad que lo sedujo, pronto los llanos de la pampa húmeda y después el mar. Cada uno de esos espacios, naturales y urbanos fue fuente de inspiración para su pensamiento y base de sus escritos como: Biografías animales, Nuestro padre el árbol, Hudson a caballo, La Pampa habla, Zoología de bolsillo, Caballos de la Pampa.

El mar. ¿Qué Franco emuló la experiencia de Thoreau, cuando construyó su pequeño rancho en la zona costera del sur de Mar del Plata? Es difícil ratificarlo contundentemente, pero sí existen elementos que confirman esa ascendencia del norteamericano en el catamarqueño.

En 1964 adquirió un lote en Alfar, en esos momentos una zona poco habitada a mil metros de la costa. Con la ayuda de sus jóvenes amigos de la biblioteca Juventud Moderna fueron levantando la estrecha vivienda; de un lado la llamó Julia por su esposa, del otro villa el Che; al frente plantó una higuera y el modesto mobiliario lo hizo con troncos y ramas caídos de los alrededores.

“En la casa de un hombre digno solo hacen falta tres sillas: una para el amor, otra para la amistad, otra para la soledad”. “Con hambre y sed de soledad, a esas orillas vino mi corazón a pastorear sus penas. Como el puente de un barco mirando más allá de las olas y de la noche”.

Regador, albañil, carpintero, historiador, poeta. Escribió lo que aprendió en la calle, no se apropió de saberes como acostumbran ciertos intelectuales. Su obra trascenderá los tiempos porque esta encarnada en el ser humano, en la naturaleza y en la misma historia.

“El hombre se ha trocado en parásito y esclavo de las máquinas…mora en hipogeos o en vizcacheras verticales llamadas rascacielos. Manduca casi exclusivamente alimentos prefabricados y envasados. Respira un oxigeno industrial, las radiaciones están gangrenando cielos y mares.”

Todo esto escrito hace más de tres décadas. En tanto que, por ejemplo, los popes del libre mercado en Copenhague 2009 no pudieron bajarle unas líneas al termómetro del calentamiento global3, y en los años subsiguientes esas líneas continuaron aumentando.

Ambos, Franco y Thoreau: ¿solitarios, ermitaños? Todo lo contrario, sociables, abiertos, accesibles; publicaban en virtud que trascendiera una nueva sociedad sin opresión ni ricachones.

¿Qué estaban en contra del desarrollo tecnológico? Al revés, los dos fueron, cada uno a su tiempo, hombres de herramientas tomar y usar y del avance técnico; pero todo en ese sentido entendían, tiene un límite. Para ello viene bien lo siguiente: “La tecnología parece transformar la vida y los ritmos se aceleran, pero la raíz del árbol capitalista sigue inalterada: el mundo se divide en explotadores y explotados. Esa desigualdad es fundacional y continúa estructurando las relaciones geopolíticas, en la época de la Revolución Industrial y en la época de los robots y la Inteligencia Artificial (IA) también.”4

Un escritor y el otro, previeron que esta civilización entra en coma bajo su propio peso, bajo las promesas del capitalismo, que promueve guerras, que desconoce los límites del planeta, que damnifica cada vez más la biosfera, inventando nuevas e ilimitadas necesidades de consumo, a la vez que deja a millones de pobres en ese camino.

Henry Thoreau el de allá y Luis Franco el de acá, nunca integraron una lista de best sellers, siempre estuvieron en la mano contraria de supuestos grandes movimientos literarios. La mayoría de sus obras tienen que ver con el trabajo denigrado y la naturaleza asediada. Sobre la necesidad cada vez más esencial de preservar sus colores, sus dolores y amores, su plenitud.

Carlos Mertens

Autor del libro "Volví, soy Luis Franco" junto a Jorge Federico, entre otras publicaciones

1 Walden.

2 Caminar, 1861.

3 Volví, soy Luis Franco. Jorge Federico - C. Mertens, 2010. 

4 El lado oscuro de la IA. Pablo Esteban investigador UNQ, Página 12, 20/1/25.




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