No al asalto a Venezuela. Por la derrota de Trump y EE.UU.
Desde agosto Trump desplegó buques y aviones de guerra en el Caribe, frente a las aguas de Venezuela. Al cierre de esta nota hay unos 10.000 soldados estadounidenses, la mayoría en bases de Puerto Rico, y unos 2.200 marines en buques de asalto anfibio. En total, la Armada tiene ocho buques de guerra, un submarino y acaba de desplegar en el Caribe el mayor portaaviones del mundo, el USS Gerald R. Ford.
El 2 de septiembre EE.UU. inauguró la ejecución sumaria como política de estado en las aguas de la región, llevando acabo hasta la fecha catorce ataques en el Caribe y seis sobre el Pacífico, frente a las costas de Colombia. Autorizó la intervención de la CIA para operaciones terrestres en Venezuela y declaró que se encuentra en guerra con los carteles de la droga, ingresándolos en la lista de organizaciones terroristas, sin siquiera informar sus nombres.
Como ayer las “armas de destrucción masiva” de Sadam Hussein, hoy la excusa del combate al narcotráfico sirve al imperialismo yanqui como excusa de sus planes de reconquista. El actual asedio en particular a Venezuela, y en parte a Colombia, integran la ofensiva sobre el conjunto de América Latina en su lucha global contra China en la región, que también vemos en la Argentina. La amenaza de invasión directa sobre el territorio venezolano expresa por un lado un salto en su política por hacerse de los recursos naturales, en particular del petróleo, y por el otro el fracaso del objetivo estratégico de desplazar al chavismo del gobierno, inaugurado con el intento de golpe en 2002.
Durante más de veinte años probaron con la desestabilización en las calles, el desabastecimiento de alimentos y medicinas, el autoproclamado y olvidado presidente interino Guaidó, el intento de asesinato de Maduro, el embargo de las reservas de oro y las sanciones comerciales unilaterales. El otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a la golpista Corina Machado forma parte del plan. Y la canonización de los dos primeros santos venezolanos es la mano que reciben desde el Vaticano reafirmando el rol golpista de la Iglesia Católica local desde la asunción de Chávez.
Las idas y vueltas en la política exterior de EE.UU., (como los aranceles, el reciente intercambio de prisioneros con Venezuela y la reactivación de la licencia de Chevron) no son producto de la personalidad presidencial; sino de las contradicciones en el seno del imperialismo, y de la desesperación por volver la rueda hacia atrás, oponiendo una política proteccionista frente al desarrollo inevitable de una economía globalizada e interdependiente, producto de la propia dinámica del capital, que produce donde los costos laborales son menores, moviéndose por la ganancia y no por la patria.
La renuncia anticipada del jefe del Comando Sur, almirante Alvin Holsey, expresa esas diferencias de un sector de la burguesía yanqui. No porque difieran del objetivo de fondo –hacerse del petróleo y desplazar a China–, sino porque consideran que Trump, Marco Rubio y el actual Secretario del Departamento de Guerra, Pete Hegseth –ex presentador televisivo–, no consideran los riesgos de una intervención directa. Las diferencias también Las diferencias también provienen del sector representado por el ultrarreaccionario Steve Bannon, para quienes las experiencias del empañamiento en Iraq y Afganistán, con sus costos económicos más allá de los políticos, siguen frescas.
Frente a la avanzada imperialista, la respuesta del gobierno de Maduro fue la movilización de tropas en la costa y la frontera con Colombia. La movilización masiva en las calles enfrentando la violencia de la derecha golpista y la alianza tejida entre el chavismo y las fuerzas armadas cuya base material es la renta petrolera, ha hecho fracasar a la oposición política venezolana y a EE.UU. durante dos décadas, que no han logrado hasta el momento colar un cuña por dónde canalizar sus objetivos reaccionarios.
Ante el reforzamiento de las milicias y el llamado a la “huelga general insurreccional para hacer la revolución más radical” (Infobae, 24/10/25) por parte del gobierno, no puede descartarse que, de concretarse la invasión del imperialismo, se abra un proceso de radicalización en sectores del pueblo que exceda al propio gobierno de Maduro, como ocurrió ante el intento de golpe contra Chavéz en 2002.
Los pueblos de Latinoamérica tenemos que denunciar y manifestarnos contra este intento de asalto a Venezuela, como parte de enfrentar la redoblada avanzada sobre cada uno de nuestros países, partiendo que para lograr el objetivo la respuesta debe traspasar las fronteras nacionales.
B.Blarouson